memorias dieciseisañeras en cuerpo veinteañero

yadda yadda yadda...

martes, agosto 19, 2008

blacamanas

De nuevo aquí. Deseando volver desde hace tiempo y guardándome hasta tener algo digno qué decir. Pero es que ahora hay tan poco y han sucedido tantas cosas.


La otra vez soñé que tenía un viaje de trabajo y tenía que irme en un helicóptero transparente sin hélice con un hot-trainer que me trataba despectivamente porque temo a las alturas. Me sugirió ir al baño (porque en la vida real me andaba haciendo pis) y que me cambiara el pañal. Yo muy tranquila con pañal de bebé en mano me enfilé al baño y tomé el compartimento más grande y ahí dentro había muchas cunas donde todas las personas podían cambiarse el pañal. Con decirles que vi a un abuelo cambiar a un niño como de cinco años. Ya iba a comenzar el procedimiento pero me di cuenta que no era del todo normal y me cohibí, aparte de que tenía un chorro de prisa. Cuando llegué a la máquina me senté sobre mullidos cojines de terciopelo rojo que parecían flotar en el armatoste invisible y salimos disparados al cielo, como si fuéramos bala y cuando llegamos al punto más alto para comenzar a descender estaba gritando como si no existiera el mañana y justo cuando íbamos ya en descenso, la historia cambió a que el viaje sería en carrozas de parejas, pero mis compañeros de trabajo eran otros: en el movil estilo luis xv iba una gallina embarazada con voz de chava de unos 28 años y un huevo gigante como los que salen en los anuncios bachoco. En la otra carroza íbamos yo y mi compañero de viaje, que era big bird (el de plaza sésamo) pero era muy prepotente debido a su alta estatura y porque pensaba que no cabría en semejante armatoste. Luego, una mano muy grande salió de entre los cielos y las nubes y era Dios, quien le dijo que se dejara de tonterías y se metiera... cosa que hizo. Mientras tanto, la gallina embarazada tenía mucha hambre y estaba jode y jode con que tenía que comer debido a su estado de embarazo y terminó comiéndose al huevo, bajo la promesa que recién comido ella se encargaría de armar el cascarón para que volviera a vivir. Cosa que hizo. Cuando llegamos al lugar, le sugerí a la gallina que podría tejer una chambrita como detalle de agradecimiento para el huevo y le hizo un suéter de estambre blanco de poliéster... cosa que fue un éxito y terminamos empacándolo como un dummie para presentárselo al jefe y ver si podría ser rentable venderlos. Y luego ya me desperté.


Estuve guardando muchas historias y bajezas propinadas por mi exjefa, pero las cosas celestiales se dieron de manera que no tuvo más opción de dejarme ir a departamentos más felices donde la friega es mucha pero me siento más plena. Ese triunfo me hizo sentir como blacamán el bueno cuando ganó sobre blacamán el malo, aquel que mantenía con vida por medio de sus artes mágicas tan solo para que se retorciera en una agonía eterna. A veces me hizo reír y las más me da lastimita, porque, a pesar de que hizo mi vida laboral un tanto miserable, mi espíritu se fortaleció de manera que aprendí a ser feliz aún teniéndola a menos de un metro con su amargura y su odio. Lo feo de todo es que dejé atrás a un equipo que sigue trabajando a marchas forzadas bajo ese liderazgo inexistente donde las cumpleañeras no reciben felicitaciones ni saludo de buenos días. A mi mamá le da lastimita que ella siga siendo presa de un equipo de rapaces que crió a pan y agua adentro de una jaula del cual no puede esperar mas que mordidas. Yo siempre me contuve, que fue lo bueno. Pero ya no hay en este párrafo una sola analogía. Las cosas como son. Ahora recibiendo los regaños directamente, pero de lejos, me siento muy contenta de la distancia que me hace pensar con más urgencia en un equipo que no es tan unido, pero al menos es amistoso.


En fin, este día me metí en muchos líos televisables, pero los platicaré cuando acabe esta semana y vea en qué terminó mi sitcom.


Ta ta


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